Mientras el tamaño de las hemorroides es pequeño pueden pasar desapercibidas, sin sintomatología significativa. No obstante, a medida que aumentan de tamaño su presencia y sus efectos son cada vez más notorios.
Los principales síntomas que pueden producir son:
- Sangrado: en forma de sangre roja, generalmente en pequeñas cantidades manchando las heces o el papel higiénico.
- Dolor: especialmente durante la dilatación anal para la deposición de las heces. Este dolor puede ser agudo e intenso durante la defecación o sórdido, profundo y continuo.
- Prolapso venoso: las venas dilatadas “salen” a través del ano, siendo visibles. No es imprescindible que las hemorroides sean visibles para que se produzca el resto de la sintomatología.
- Prurito (picor): continuo, muy violento.
- Tenesmo rectal: sensación permanente de necesidad de defecación.
Los síntomas asociados a las hemorroides hacen que la evacuación de las heces (deposición) resulte especialmente incómoda, por lo que se trata de evitar. Se favorece así el estreñimiento que es el principal factor causante de las hemorroides, de modo que se cierra un círculo vicioso que cada vez complica más el cuadro. De ahí la importancia de intentar evitar el estreñimiento durante el embarazo para reducir la aparición de las hemorroides o limitar su gravedad.
En el embarazo, especialmente en los meses finales, la presión continua del útero dilatado sobre el recto y el ano contribuye a aumentar la presión y, por consiguiente, el desarrollo de las hemorroides. En el parto, los esfuerzos de expulsión (pujos) representan episodios de aumento muy importante de la presión abdominal que hace que las hemorroides se dilaten de forma muy importante y sean muy evidentes. Pasado el parto, suelen volver a la situación previa en unas pocas horas o días.