La hepatitis D solo puede darse en personas que sean portadoras del virus de la hepatitis B, lo que sucede únicamente en el 5% de los casos. La vacunación frente a la hepatitis B es la mejor manera de prevenirla, especialmente si se está en situación de riesgo:
- Consumo de drogas por vía intravenosa compartiendo jeringuilla.
- Profesionales de riesgo (personal sanitario).
- Posibles relaciones sexuales con personas infectadas por VHB.
- Necesidad frecuente de transfusiones de sangre.
La vacuna contra el VHB está incluida en el calendario vacunal infantil -con tres dosis que se administran a los dos, cuatro y seis meses de edad-, por lo que muy improbable que los niños vacunados puedan desarrollar en el futuro una hepatitis D.
No obstante, una mujer infectada puede transmitir la infección al feto durante el embarazo, en cuyo caso será necesario que el bebé sea vacunado frente a la hepatitis B en las primeras 12 horas de vida y que posteriormente reciba la vacuna combinada hexavalente según indica el calendario vacunal.
El virus de la hepatitis (VHD) puede agravar una hepatis B preexistente, sea ésta aguda o crónica, así como generar una sintomatología característica en aquéllas que son portadoras del VHB. Los síntomas son los comunes a todos los tipos de hepatitis.
El tratamiento de la hepatitis B generalmente no es efectivo para la hepatitis D, aunque es posible un tratamiento con interferón alfa (no pegilado) durante un máximo de 12 meses, a causa de los graves efectos adversos que éste puede causar.
En el caso de que la hepatitis B, necesaria para el desarrollo de la hepatitis D, sea crónica y se haya desarrollado una cirrosis o un cáncer hepático, el paciente podría ser subsidiario de un trasplante de hígado.
