El último mes de embarazo ha llegado, es un momento muy esperado puesto que finalizará con la alegría de tener el nuevo bebé entre los brazos. Sin embargo, la recta final del embarazo todavía producirá cambios tanto en la madre como en el feto.
Cambios en el bebé
Los órganos del bebé ya están formados y funcionando perfectamente. En estos momentos el bebé irá engordando a buen ritmo hasta el momento que llegue la hora de nacer. Esto provocará que el espacio que le quede para poderse mover sea escaso. Cada vez que se mueva se notará visiblemente en el vientre de la madre.
La placenta aumenta su tamaño para nutrir adecuadamente al feto y también para eliminar sus desechos, aunque una parte se acumula en el intestino delgado. Esto se conoce como meconio y será expulsado después de nacer.
La piel del bebé se irá volviendo más tersa puesto que el cuerpo engorda, la piel rugosa se estira. Si es un niño los testículos descenderán hasta la bolsa escrotal y si es niña sus ovarios ya contendrán los ovocitos. Hacia la semana 37 el bebé estará preparado para nacer, aunque lo normal es que se produzca entre la semana 37 y la 40.
Cambios en la madre
El último mes de embarazo, en la madre, suele ser el más incómodo. La presión sobre los pulmones, el estómago y la vejiga causa fatiga, acidez y muchas ganas de ir al baño. Los tobillos e incluso las manos se hinchan y por las noches puede verse despertada por calambres en las piernas. Además, no le resulta fácil conciliar el sueño. También se acentúa la presión del feto sobre la pelvis de modo que ésta y las nalgas se sientan doloridas.
El espacio que tiene el bebé dentro de la placenta cada vez es más escaso, se notará cada movimiento con mayor intensidad. Aunque el útero crece para poder alojar a un niño que cada vez tiene mayor volumen. Este se expande hasta por debajo de las costillas quitando espacio a los pulmones, por este motivo cuando te acuestas boca arriba es difícil respirar. En la parte de abajo, el útero se introduce entre las caderas para facilitar que el bebé comience a encajarse en la pelvis, iniciando la etapa final del embarazo, y aumentando la presión sobre la vejiga.
Comienza el parto
A partir de la semana 37 el bebé ya está preparado para nacer, por lo que el parto puede producirse en cualquier momento. Los controles médicos se realizan con mayor frecuencia, de manera semanal. En estos estudios se escucha el latido fetal y se estudia el ritmo cardíaco y las contracciones del útero. Si se detecta cualquier signo de sufrimiento fetal, habrá que adelantar el parto. Si todo va bien, una semana antes del parto se inicia la dilatación de la matriz y se desprende el tapón de moco que cerraba el cuello del útero.
Es posible que se noten las contracciones durante todo el mes, aunque las contracciones que indican que se ha iniciado el parto se producen de manera frecuente y continuada. El bebé comenzará a empujar hacia abajo. El ritmo cardíaco del bebé se acelera de 80-120 pulsaciones por minuto a 140-180 y después se normaliza: hasta la próxima contracción. El dolor aumenta en intensidad a medida que se acerca el momento de la expulsión.
Una vez completado el nacimiento, la placenta se desprende del útero y el bebé tiene que comenzar a respirar por si mismo para poner en marcha los pulmones y el corazón.