El denominado embarazo anembrionario es un problema más frecuente de lo que se pueda pensar, pues es la causa de aproximadamente la mitad de los casos en los que el embarazo se interrumpe durante el primer trimestre (aborto bioquímico) se produce cuando el óvulo resulta fertilizado pero, tras implantarse en el útero, se desarrolla el saco gestacional pero sin que albergue un embrión en su interior. Se puede producir tanto en embarazos naturales como en aquellos que se logran mediante técnicas de reproducción asistida.
La causa habitual de este tipo de aborto es la existencia de anomalías genéticas o cromosómicas que se producen en el mismo momento de la fecundación, que pueden estar asociados a una baja calidad del espermatozoide y/o el óvulo y que impiden el desarrollo del embrión.
La gestación se inicia tras la fecundación del óvulo, lo que genera un proceso de división celular que primero genera el saco gestacional, al que rodea lo que se denomina trofoblasto, a partir del cual se formará la placenta. Se puede llegar al embarazo anembrionario de diferentes formas, bien porque después de la fecundación se interrumpe la división celular o bien porque, a pesar de que continua la mitosis, se forman el saco gestacional y el trofoblasto pero no el embrión. En realidad es posible que se haya iniciado el desarrollo embrionario, pero éste se ve interrumpido cuando alcanza un tamaño de aproximadamente un milímetro, sin que pueda ser detectado en una ecografía.
Precisamente, cuando la mujer se ha sometido a un procedimiento de reproducción asistida, el diagnóstico del embarazo anembrionario se puede obtener con la realización de una ecografía transvaginal transcurridas las primeras seis o siete semanas desde el momento de la implantación. En ella se observa un saco gestacional que alcanza un tamaño de dos centímetros pero en cuyo interior no se aprecia la existencia de un embrión. El diagnóstico se confirma con una segunda ecografía que se realiza una semana después de la primera.
Previamente, todas las pruebas de embarazo han sido positivas y se han presentado los síntomas propios de la gestación, como es el caso de las náuseas o el aumento de la sensibilidad de las mamas, aunque estos se han ido diluyendo con el tiempo. Posteriormente se producen los signos de aborto: surge un dolor pélvico y se inicia un leve sangrado vaginal que aumenta con el paso del tiempo. La expulsión suele producirse de forma espontánea, aunque en ocasiones puede ser necesaria la práctica de un raspado (legrado).
El hecho de que se haya producido un embarazo anembrionario no implica necesariamente que pueda volver a ocurrir. Sólo si se repite conviene realizar un estudio para tratar de determinar la causa que impide el desarrollo embrionario. En cualquier caso, por lo general no tiene mayores consecuencias y se puede volver a intentar llegar a un nuevo embarazo después de al menos dos ciclos menstruales.