En nuestra época globalizada, el fenómeno de la emigración no es nuevo, sin embargo, cada vez está más presente en la vida de las personas. Las razones son muy amplias y diversas: estudios y formación en países elegidos con tal fin, parejas que se consolidan a través de internet, desplazamientos individuales o familiares por contratos de trabajo en otros países o ciudades, búsqueda de oportunidades en otro continente por razones económicas.
El abanico de causas que llevan a una persona a dejar sus raíces y su cultura es muy amplio y responde al nuevo modo de funcionamiento de la vida social y económica de este siglo. Este fenómeno social, obviamente, tiene una importante repercusión en la vida emocional de los sujetos.
Emigrar supone un paulatino proceso de duelo, de reconocimiento y aceptación de la pérdida de vínculos primarios y referenciales en la vida de toda persona: la familia, los amigos, la cultura, la lengua. De por sí la emigración implica que se realicen dos exigencias simultáneas: la separación de lo anterior y la adaptación a lo nuevo.
Aunque las personas que emigran, aparentemente, siempre lo hacen a partir de una libre elección y con una serie de expectativas personales, sin embargo, la adaptación al nuevo lugar no siempre se logra de un modo exitoso e inmediato. Pero aún cuando dicha adaptación se consiga satisfactoriamente, puede convertirse en un motivo de angustia y desasosiego.
De por sí la emigración implica que se realicen dos exigencias simultáneas: la separación de lo anterior y la adaptación a lo nuevo.
El sentimiento de soledad, el rechazo inconsciente a lo nuevo, la añoranza, la frustración permanente, el miedo al fracaso, son las figuras emocionales que acompañan al desarraigo.
La emigración puede ser el desencadenante, a veces traumático, de trastornos psicosomáticos (trastornos de la alimentación: anorexia-bulimia, alcoholismo) y son muy frecuentes los estados depresivos y de ansiedad crónica.
En estos casos, la consulta al psicólogo es necesaria y muy efectiva para tratar no sólo los síntomas que se padece, sino como un apoyo fundamental en el proceso de elaboración de un duelo, que de no ser tratado, se puede tornar patológico y ser el verdadero obstáculo para la consecución de los proyectos vitales de los sujetos.