Los pólipos en el útero suponen un crecimiento anómalo de las células que forman la pared interna del útero, lo que ocasiona el engrosamiento del endometrio. De ahí que también reciban el nombre de pólipos endometriales. Suelen ser tumores benignos y en principio no revisten gravedad, si bien a este tipo de formaciones se las considera muchas veces como precancerosas, aun cuando únicamente en un 1% de los casos se llega a desarrollar un cáncer de endometrio. Hay que advertir también que los pólipos pueden formarse en el cuello del útero y las trompas de Falopio.
Su prevalencia es del 1-3% entre las mujeres de más de 40 años y aumenta con la edad. Después de la menopausia es un importante factor de riesgo de cáncer de endometrio. Pero hay otros factores de riesgo que pueden favorecer al desarrollo de esta enfermedad:
- Obesidad.
- Hipertensión arterial.
- Tener una elevada concentración de estrógenos.
- Presentar reglas sin ovulación.
- Sufrir una inflamación crónica de útero.
- Estar siguiendo un tratamiento para el cáncer de mama con tamoxifeno.
Infertilidad y pólipos en el útero
Esta patología femenina es la causa del 15-25% de los casos de infertilidad. Y ello por varias razones: por un lado, puede dificultar el camino de los espermatozoides hacia el óvulo, por otro supone un obstáculos para la implantación del embrión en el endometrio y, finalmente, constituye un factor de riesgo de aborto espontáneo. La medida en que dificulta el embarazo depende esencialmente del tamaño de los pólipos, que puede alcanzar hasta los 5 cm. Cuando son inferiores a 2 cm. No se reducen las posibilidades de que se produzca el embarazo, pero sí aumenta la probabilidad de un aborto espontáneo.
En las clínicas de reproducción asistida es, de hecho, una de las primera pruebas que se practica a la mujer para conocer la causa de su infertilidad. Se llega al diagnóstico mediante ecografía transvaginal y una posterior histeroscopia para confirmarlo.
Síntomas y tratamiento
En sus fases iniciales, los pólipos en el útero no causan síntomas. Únicamente cuando alcanzan un tamaño significativo origina una hipermenorrea, es decir, un sangrado menstrual abundante. También se puede presentar sangrado después de mantener relaciones sexuales o un sangrado no relacionado con la menstruación. Todo ello, a su vez, puede llevar a que la mujer desarrolle una anemia.
El tratamiento de esta patología femenina es la práctica de una histeroscopia para proceder a la extirpación de los pólipos, si bien también se puede proceder a su eliminación mediante un raspado o curetaje. Posteriormente el tejido extraído se debe analizar para determinar si se trata de un tumor benigno o se ha malignizado.