Bajo la etiqueta de dietas disociadas se encuentran todas aquellas que se fundamentan en el hecho de no mezclar determinados alimentos en una misma comida, argumentando que de lo contrario se engorda, se dificulta la digestión de los alimentoso interaccionan entre sí de manera poco saludable. La dieta disociada de Hay, el régimen de Shelton, la dieta del ejército israelí, la de Montignac, la de las tres columnas, la antidieta, la de Kohnlechner o la de Marianne Laconte pertenecen a este grupo de dietas de adelgazamiento.
La principal recomendación de las dietas disociadas es la de no mezclar hidratos de carbono y proteínas, aunque la justificación de este hecho varía en función de cada una de ellas. Pero en cualquier caso es un objetivo muy difícil de conseguir ya que no hay alimentos que estén compuestos únicamente por hidratos de carbono o por proteínas. Muy al contrario, la mayoría de alimentos contienen una mezcla de ambos, además de grasa.
Así, por ejemplo, el pan puede ser considerado a priori un hidrato de carbono y, sin embargo, contiene entre un 7 y un 10% de proteínas. Del mismo modo, la leche no se puede considerar como un alimento exclusivamente proteico, ya que incluso la leche descremada es un alimento mixto, rico en proteínas y también en hidratos de carbono (lactosa).
Lo mismo ocurre con las verduras, pues aunque es más importante su contenido vitamínico y mineral, también contienen hidratos de carbono y proteínas. Y la carne no podía ser menos, ya que tiene un alto contenido de proteínas, pero también una parte significativa de hidratos de carbono y grasa.
Las dietas disociadas, por tanto, se basan en un falso principio, como es el decir que lo que engorda no son los propios alimentos sino la manera en que éstos se combinan. Tan absurdo es que en algunas de estas dietas llega a decirse que se puede tomar helado, pero sin mezclar sabores. Llegan al punto, incluso, de negar el valor energético de los alimentos y la necesidad de equilibrar el balance de calorías ingeridas y consumidas.
Muy al contrario, no ponen límites al consumo de alimentos energéticos, argumentando que la disociación (consumirlos de forma separada) evita la absorción y utilización tanto de la energía como de los nutrientes que contienen. Es como si en función de cada tipo de alimento el sistema digestivo alterara su funcionamiento, cuando en realidad es siempre el mismo, sin distinción del origen de los nutrientes.
Basta un mínimo de conocimiento acerca del proceso de digestión, para saber que los monosacáridos se encargan de la absorción de los hidratos de carbono y los aminoácidos de las proteínas y los ácidos grasos. Y lo hace al mismo tiempo y de forma totalmente selectiva.
Detrás de esas tablas de clasificación de alimentos en función de sus componentes y de los menús en los que se basan las dietas disociadas hay una gran trampa comercial. Adelgazan; sí. Pero por la simple razón de que, pese a todo su argumentario, a la postre se trata siempre de dietas hipocalóricas.